Mi camino hacia este trabajo no surgió de ideales abstractos, sino de presenciar en primera persona el peso abrumador de las dificultades sobre personas y familias. He visto la desesperación silenciosa en sus ojos, las decisiones imposibles que se ven obligados a tomar y la resiliencia que a menudo pasa desapercibida. Esto despertó en mí una profunda convicción de que nadie debería tener que afrontar estas cargas solo. Para mí, ayudar no se trata solo de ofrecer una ayuda; se trata de brindar un salvavidas, ya sea ayuda financiera inmediata para superar una crisis, conectarlos con recursos esenciales que desconocían o simplemente ofrecer un apoyo incondicional. Creo en el poder de la comunidad y en el profundo impacto que puede tener incluso un simple acto de bondad. Al comprender sus necesidades únicas, ofrecer asistencia práctica con dignidad y respeto, y fomentar un sentido de esperanza, me esfuerzo por empoderarlos no solo para sobrevivir, sino para reconstruir y prosperar. Se trata de mostrarles que no están olvidados y que siempre hay alguien dispuesto a apoyarlos.